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21 abr 2010

Alimentos, transporte y anacronismos


Todo profesional de la industria de los alimentos (y toda persona con sentido común) está en conocimiento de la importancia de un correcto y adecuado transporte para que un alimento, cualquiera sea su origen, conserve todas sus propiedades cuando pasa desde el centro productor o procesador hasta el consumidor final.
La FAO a través del Codex Alimentarius enumera en sus “Principios Generales de Higiene Alimentaria” los puntos que, de mínima, deben cubrir los medios destinados a transportar alimentos (clickear en el cuadro para maximizar):





En el punto 6.2 hay un parámetro crítico y que define gran parte del costo (o de las ganancias dependiendo del lado que se lo mire) que se consume en el transporte de alimentos: mantenimiento de temperatura.
El mercadeo nos situó frente a falsas necesidades que se han transformado en lujos, los mismos han encarecido innecesariamente nuestros alimentos, han disminuido su calidad nutricional y, muchas veces, ponen en riesgo nuestra salud:

· Deseamos tener durante todo el año frutas o verduras claramente estacionales, para ello los distribuidores de frutas y verduras deben mantenerlas en cámaras frigoríficas, someterlas a proceso de desverdizado y maduración artificiales y transportarlas en móviles refrigerados.

· La tecnología ha desarrollado sistemas de envasado y conservación lo suficientemente seguros e inocuos como para que muchos productos muy sensibles a la descomposición, por ej. la leche, jugos de fruta o comidas para niños no necesiten mantenimiento de cadenas de frío. Sin embargo, se levantan voces de diferentes sectores que pretenden demostrar la peligrosidad de estas tecnologías, estas críticas no mencionan en ningún momento el encarecimiento que conlleva el transporte bajo frío, encarecimiento que muchas veces aleja el alimento de los estratos más bajos de la población o, peor aún, el peligro derivado de cadenas de frío que se rompen sin dejar signos externos que permitan levantar sospechas.

Los costos del transporte inciden fuertemente en el precio de los alimentos y, en general, son mucho más altos en muchos países de ingreso bajo que en las economías industrializadas, concluye un documento del Banco Mundial sobre el alza de precio de los alimentos.

El Banco Mundial calcula que los costos logísticos en los países en vías de desarrollo como la Argentina, representan entre el 16% y el 26% del PBI, y entre el 18% y el 32% del valor de los productos, en comparación con alrededor del 9% del PBI y del valor de los productos en los países industrializados. Si analizamos el caso particular de la soja en Argentina, se estima que el gasto de transporte implica un 27% del valor del producto. Nuestros costos logísticos de exportación, cuyo principal componente es el costo de transporte, son nada menos que el triple del vigente en Estados Unidos y los países industrializados, pero superiores también a los vigentes en Chile, México, Colombia y Brasil. Esto considerando que la soja no necesita transporte refrigerado.Influyen en nuestros altos costos la decadencia del ferrocarril de cargas, que hoy apenas transporta el 7 por ciento de las mismas, mientras que el camión transporta más del 90%. El modelo a imitar es Canadá y los Estados Unidos, países con fuerte agricultura y con similitud geográfica con nosotros, donde el ferrocarril transporta el 36% de las cargas, es decir proporcionalmente más de cinco veces del volumen argentino.

Podríamos entrar en este "primer mundo ferroviario" a través de la modernización de la extendida red ferroviaria; de esta manera la política de transporte compensaría los efectos negativos que la pérdida del autoabastecimiento petrolero tendrá sobre los costos. Nuestra extensión territorial y la importancia de la agroindustria exigen mejorar el ferrocarril de cargas estimulando así una industria ferroviaria propia.

En Argentina el cambio no será fácil: el sector camionero acumula gran poder económico y político, apoyado especialmente en sus sindicatos con capacidad para paralizar el país cuando lo desean, de allí el temor de los sucesivos gobiernos a realizar esta necesaria revolución de transporte ya que se saben rehenes de los líderes gremiales de este sector en complicidad con los empresarios transportistas.

Michael Cohen, director de la maestría de Asuntos Internacionales de la New School de New York, centro del progresismo estadounidense y verdadero maestro de la heterodoxia económica, aconseja para frenar la inflación en nuestro país no disminuir la demanda ya que ello llevaría a más sacrificios a las capas bajas de la sociedad, sino aumentar la oferta optimizando la producción, modernizando las industrias y “abandonar medios de transportes ineficientes como los camiones y pasar a los trenes”.

FUENTES:
Codex Alimentarius, “General Principles of Food Hygiene”, CAC/RCP 1-1969, Rev. 3 (1997)
Informes Banco Mundial:
“Alto costo de transporte, retrasos y menos comercio”, (2008)
“Factores que influyen en el alza de precios de los alimentos y sus efectos en la región”, (2008)
Diario Clarín, Paul Kennedy, “El futuro del mundo pasa por los trenes” (5-ene-2010)

16 abr 2010

Nuevas tendencias en alimentos: mercadeo y salud



Los tecnólogos de alimentos estamos, a esta altura ya del siglo XXI, algo familiarizados con conceptos o categorías de alimentos como: funcionales, dietéticos, de bajas calorías, fortificados y, ya de una vertiente diferente, los alimentos orgánicos o adaptados a ciertas comunidades, por ej., bajo normativa Kosher o Halal . Sin embargo, en los últimos tiempos han comenzado a aparecer tendencias que mucho tiene que ver con las reglas del mercadeo y la publicidad, pero también con una idea general de mejorar la relación con nuestro organismo, con nuestra planeta y el respeto hacia el semejante.
Generalmente los alimentos encuadrados en estas nuevas tendencias (trends) tienen una mayor difusión en los países desarrollados, donde una gran mayoría de su población tiene sus necesidades alimenticias cubiertas y puede preocuparse por cubrir otro tipo de necesidades. Existen poblaciones de nuestra América Latina, África, Asia e incluso Europa Oriental, donde la principal preocupación sigue siendo disponer de alimentos sanos. En estas regiones, por ejemplo, la existencia de politicas de alimentos libres de aditivos no es, ni debe ser prioritario. Todos sabemos que es mucho más peligroso romper la cadena de frío de un alimento sin preservante, que consumir un alimento que posee la cantidad científica y técnicamente controlada de un conservante que asegure su total inocuidad. Por otra parte un transporte refrigerado o congelado tienen un precio tan alto que, muchas veces, quintuplica el transporte convencional. Resalto claramente que esto no significa que porque una población tiene hambre hay que suministrarle alimento de cualquier calidad, de ninguna manera, el alimento debe ser inocuo, de lo contrario no es alimento, pero debe ser accesible y que el consumidor pueda fácilmente almacenarlo sin variar sus propiedades nutricionales.
Volviendo a las nuevas tendencias, voy a enumerar algunas nuevas categorías de alimentos que pueden ser importantes oportunidades de penetrar mercados de alto poder adquisitivo:

“Junk Free” o “libres de basura”: abarca a los citados alimentos libres de aditivos y conservantes. Esta categoría nació en Reino Unido y Australia y se ha expandido a EE.UU. Otras denominaciones coloquiales de esta misma categoría es “no hidden nasty”, algo así como que no esconde elementos desagradables.
“Clean Labels” o “etiquetas limpias”: donde la información al consumidor se presenta en forma sencilla y clara, con limitado uso de terminología científica. Aparte el diseño y distribución de las etiquetas elimina las dudas y sospechas de fraude o trampa. La Agencia Británica de Estándares Alimenticios (FSA) promueve, por ejemplo, un sistema denominado de “luces de semáforo”, en el mismo se informa al consumidor a través de 3 colores sobre la cantidad de grasas, azúcares y sal que el producto contiene. La Unión Europea, a través de su Agencia de Seguridad Alimentaria (EFSA) está estudiando la incorporación de un sistema similar en toda Europa. Las asociaciones de consumidores ven con beneplácito esta tendencia, ya que el consumidor puede fácilmente realizar comparaciones en el mismo punto de compra. Un ejemplo de estos rótulos es el siguiente:



“Fairtrade” o productos de “Comercio Justo”: Está basada en una filosofía de trabajo que nació en 1988, cuando la organización holandesa “Solidaridad” creó el sello “Max Havelaar”, la idea central consistía en evitar la explotación de los productores ubicados en países en vías de desarrollo por los grandes importadores. En 1997 se creó la Fairtrade Labelling Organization (FLO) una organización internacional que ha fijado estándares del Comercio Justo, a la vez que promueve actividades de inspección y certificación a los productores en desventaja. Esta organización define el precio justo como aquel que cubre los costos del productor para una producción sostenible, deben fijarse de una manera sistemática y revisarse periódicamente. En un principio los estándares sólo fueron definidos para el té y el café, actualmente cubre a un importante número de productos, la mayoría de ellos alimentos de origen agrícola. Este concepto está muy difundido en Europa y comienza a tener repercusión en USA y en Asia.
Productos de formulación ética: incluye a aquellos alimentos que utilizan ingredientes que respetan el medio ambiente y no testeados en animales. La agricultura y la ganadería utilizan el 38% de las tierras del planeta y es un altísimo consumidor de agua. Los alimentos encuadrados dentro del sello Rainforest Alliance prometen reducir la huella ambiental y generalmente están relacionados con iniciativas de conservación regional. En teoría aquellas fincas que logran esta certificación producen una uso racional y menor contaminación de agua, menor erosión de los suelos, minimizan las amenazas al ambiente y a la salud humana y protegen el hábitat de la vida silvestre. Por otro lado también cuida el cumplimiento de estándares sociales, por ej., mejores condiciones para los trabajadores y mejor rentabilidad para los agricultores.
Envases amigables con el ambiente: abarca a envases compactos, con una mejor relación capacidad empacada:material del envase. También incluyen la utilización de materiales reciclables (como el papel), biodegradables (como el ácido poliláctico) o incluso comestible como ciertas variaciones de almidón y que expliciten claramente esta condición en los rótulos. Lo que muchas veces no se difunde apropiadamente al consumidor desinformado es que, la tecnología que se utiliza para producir estos materiales o envases pueden producir tanta contaminación o daño ambiental que los tradicionales.

FUENTES:
Revista Drinks & Waters – N°221 – Julio 2009
Revista EmbalagemMarca – Nº100 – Diciembre 2007
Revista de Derecho Alimentario – Nº27 – Noviembre 2007
www.fairtrade.net
www.rainforest-alliance.org